Sevilla, 25 de Octubre...ALGUNOS RASTROS DE CONSERVADURISMO EN LA INSTITUCIÓN ESCOLAR. EL OLVIDO DE LOS VALORES LAICOS. Jurjo Torres Santomé

jueves, 25 de octubre de 2007

De todas las frases, la más me ha llamado la atención y por la que mas curiosidad tenía era la número 10: Rituales, hábitos religiosos. (Torres, X, 1996, "Algunos rasgos del conservadurismo en la escuela").

Un análisis de los diferentes modos de funcionamiento, los métodos de trabajo, la jerarquía organizativa, los recursos y valores en las empresas capitalistas, las instituciones religiosas y la escuela confesional, puede hacernos comprender el sentido de muchas rutinas y formas de trabajo que abundan en la institución escolar y en la vida del aula. Las empresas marcaron pautas a la escuela, sobre todo en el modo de funcionamiento del trabajo y en su organización. Las instituciones eclesiásticas valores y modos de vida, así como los modos de autoridad, recursos, metodología....

En principio haremos referencia a la comparación con las empresas y fábricas. Son los lugares de trabajo en las empresas capitalistas los que imponen su modo de actuación a las instituciones escolares. La jerarquía que caracteriza a las empresas de producción y distribución, los valores, normas, habilidades que acompañan a un modo de trabajo típico de una concepción capitalista y de la burocracia que las organiza, son el espejo en que se mira la institución escolar para determinar su funcionamiento y rutinas de trabajo.

Sin embargo, a la hora de analizar la vida en las aulas es necesario tomar también en consideración otra esfera social con una influencia decisiva: la religión, en sus formas de institución. Podemos decir que todavía en la actualidad su peso se deja notar de manera importante. Algo obvio, ya que no podemos olvidar que durante mucho tiempo las tareas educativas estuvieron en manos de las Iglesias, en gran medida. De ahí, que las escuelas llegasen a copiar los modelos que las instituciones eclesiásticas venían utilizando con un notable grado de éxito para reproducir sus concepciones y estilos de vida. La escuela se miró también en el espejo de la Iglesia, en sus discursos y prácticas de legitimación de poder, y no sólo en el de las empresas destinadas a la producción de bienes materiales y a su distribución.

Los modelos organizativos que venía utilizando la Institución Eclesiás­tica en las Iglesias para reforzar la fe de las personas creyentes van a servir también para facilitar las tareas peda­gógicas de los centros de enseñanza. Las Iglesias y las escuelas mantuvie­ron durante mucho tiempo una fuerte similitud, se parecían en muchas for­mas, recursos, ritos y modalidades de interacción.

Ambas van a ser instituciones jerarquizadas, basadas en criterios de autoridad. Las Iglesias se servirán para ello de la palabra divina que reprodu­cen sus ministros (sacerdotes, obis­pos, etc.), mientras que en las institu­ciones escolares serán las profesoras y profesores las únicas fuentes autori­zadas para legitimar el conocimiento válido. La estructura de autoridad que rige en el interior de ambas instituciones tiene también visi­bilidad, a través de una posición privi­legiada en el espacio, de tal manera que es únicamente desde ese espacio físico (altar o mesa del profesor o profesora) desde donde se puede contemplar a todas las personas que allí acuden. La iconografía existente también refuerza esta visibilidad de la autoridad; en la Iglesia serán las imá­genes representativas de la divinidad y en la institución escolar las fotografías del Rey y/o de algún miembro de la Sagrada Familia las que refuercen las figuras de la autoridad allí delegada (el profesorado).

Las dos instituciones van a coinci­dir en la peculiaridad de los recursos que emplean para evangelizar y edu­car, respectivamente. La Iglesia predi­cará apoyándose en la Biblia y en el catecismo, en cuanto instrumentos que recogen el conocimiento consi­derado verdadero e inmutable por quienes tienen el gobierno de esta institución. Los libros de texto suponen para el alum­nado el texto “sagrado”, el texto donde se contiene el conocimiento válido, los contenidos culturales que hay que limitarse a reproducir. El énfasis se pone más en la reproduc­ción que en la reconstrucción del conocimiento y en la investigación.

No olvidemos que casi hasta fina­les de la década de los sesenta el parecido entre los catecismos y libros de textos era mucho mayor, ya que estos incluso copiaban la forma en la que comunicaban la información, o sea, a base de pequeñas preguntas y pequeñas respuestas. Incluso la pala­bra libro de texto hace referencia a un criterio de autoridad de matiz reli­gioso; se trata de un término con el que se tradicionalmente se hacía refe­rencia a la Biblia, o sea, los textos sagrados.

La metodología empleada por ambas instituciones también muestra coincidencias importantes. Tanto la Iglesia como las Instituciones escola­res generaron un discurso obsesiona­do por el trabajo en cuanto sacrificio. El trabajo es el castigo al que Dios somete a la humanidad como resultado del pecado de Adán y Eva. La Igle­sia demoniza el cuerpo y el deleite y prefiere valorar el dolor y la pobreza como elemento de purificación y vía para obtener la Salvación. Es esta ins­titución la que coadyuva más decisiva­mente a propagar la concepción de trabajo alienado como la única forma de trabajo; el trabajo concebido como castigo, como carga. Se olvida, por tanto, que el verdadero trabajo humano tiene que ser creativo, servir para realizar a la persona, implicar su participación activa, debe contribuir a incrementar sus destrezas y conoci­mientos y, lo que es decisivo, el traba­jo necesita ser relevante, significativo para la persona; por tanto, el incenti­vo del trabajo debe radicar en su rea­lización.

La educación en los centros de enseñanza fue también incorporando esta concepción de trabajo alienado de ahí que estudiar sea visto por numerosas chicas y chicos como un sufrimiento obligatorio. En algunos colegios, estudiar es repetir cosas sin sentido, aburridas, es algo muy difícil, un castigo que hay que sobrellevar para poder obtener “aprobados” (recompensas extrínsecas) y tener posibilidades de acceder a un puesto de trabajo el día de mañana y ganar un buen salario.

El silencio y el trabajo individual es otra nota distintiva en ambas insti­tuciones. La capacidad de hablar, deci­dir, juzgar, y valorar sólo le está per­mitida a las figuras de autoridad. La interacción entre iguales es algo fuera de lugar ya que los éxitos y fracasos en la vida y en la institución escolar son únicamente responsabilidad de cada persona, de cada estudiante. De ahí que nunca podamos culpar de nada a ninguna estructura o forma de organización del trabajo y de la socie­dad (Torres, J., 1991, cap. lll).

El sacarlas a colación en este trabajo es para utilizarlas como ejemplo del con­tacto y permeabilidad de la escuela con otras instituciones pertenecientes a aquellas esferas de la sociedad que en cada momento histórico concreto gozan de mayor prestigio y acepta­ción. La institución escolar no es un espacio incomunicado sino que, al contrario, para entender lo que aquí sucede es preciso tomar en consideración el resto de esferas de la socie­dad (la económica, política, cultural, religiosa y militar) (Torres, J., 1991). En caso contrario, difícilmente pode­mos llegar a vislumbrar el verdadero sentido y significado de las rutinas, rit­mos, recursos didácticos, tareas esco­lares y modelos organizativos peculia­res de muchos centros de enseñanza.

Investigar su origen ayuda a repensar su valor. La Iglesia es una institución dedicada a transmitir; por el contrario, la escuela a recons­truir, a someter a análisis crítico la realidad y a capacitar para intervenir en ella y poder transformarla. Lógica­mente, al tener finalidades distintas las estrategias utilizadas en una no sirven para la otra; y si se emplean es proba­ble que den como resultado el fin para el que fueron propuestas; en caso de ser las de la Iglesia: adoctrinar y reproducir las verdades reveladas.

Los centros de enseñanza y la Iglesia en muchos momentos de la historia trabajaron en una misma dirección; desde el siglo pasado, al servicio del capital y también de la propia institución eclesiástica. En la actualidad las contradicciones entre la Iglesia, el Estado y el Capital son mayores; la escolarización en sus centros edu­cativos.

Tras leer el texto nos damos cuenta como a lo largo de la historia, el sistema educativo ha ido evolucionando, desde la imitación de otras instituciones a adquirir poco a poco actuaciones propias. En el articulo nos damos cuenta como todos las actuaciones, metodologías, fines… de la educación vienen repaldadas por teorías, creencias y costumbres de la época, bien desde la perpectiva laboral, en cuanto a la forma de trabajar en cadena como se puede contemplar en la película que vimos “tiempos modernos”, bien en la institución de la Iglesia que recuerda actuaciones y ritos hoy en dia en los centros escolares. Estas “tradiciones copiadas” en su mayoría están planteadas para un fin, en este caso, la Iglesia plantea una actuaciones de acuerdo con la finalidad que, como bien dice el texto, es para trasmitir, pero que aplicada a la educación no ejerce un buen planteamiento, ya que aunque en la educación se trasmiten conocimientos, normas, valores… es necesario que exista un planteamiento más específico para poder conseguir el fin final de la educación, que bajo mi punto de vista es el formar bajo aprendizajes constructivistas.

Fuente: http://www.quadernsdigitals.net/index.php?accionMenu=hemeroteca.VisualizaArticuloIU.visualiza&articulo_id=1065